29 enero 2009

El café de la tarde, con Luis

Hoy publico un video especial, que me tuvo media tarde de ayer bien distraído. Es un pequeño homenaje a Luis, un amigo con el que he pasado infinidad de horas hablando como quien está en el bar tomando un café, pero siempre pedaleando. Muchas veces nos hemos dicho aquello de que no sabemos ni por dónde hemos pasado, porque hemos llegado a casa en dos o tres horitas, cansados, pero siempre hablando de esto y de lo otro, pasando una mañana o una tarde perfecta. Con todo mi afecto.

Mi primer video editado

A lo largo de todo este tiempo he colgado muchos videos de una sola secuencia, sin editar, tal cual salían. Hoy, como era el día de descanso después de tres intensas jornadas de 'esforzado' deporte, me he puesto a editar en un programa muy básico algunos de los videos que he ido grabando con la cámara que me trajeron los Reyes Magos adelantados. Este ha sido el primero: Dani Competi. Espero que, aunque breve, haya quedado gracioso.


28 enero 2009

Novatos de esquí de fondo



Hoy Laia y yo nos hemos atrevido a hacer esquí de fondo. Hemos vivido en nuestra piel que es esforzado, que exige un ritmete, coordinación entre el tronco superior y el inferior, muy importante, y cierta concentración porque al mínimo despiste, al suelo.



Los esquís son extremadamente ligeros y estrechos. Las botas, comodísimas y flexibles. Los palos, con una pequeña curvatura final. Nada que ver con el esquí alpino más conocido. Hay dos tipos de esquí de fondo: La modalidad clásica y la de skating (patinaje).



La clásica es con los pies paralelos por unas guías de nieve marcadas en el suelo. En las subidas hay que apretar y en las bajadas impulsarse. Exige mucha coordinación y paciencia para buscar el ritmo bueno.





El skating supone ir como un pato, y sólo para las zonas llanas o las subidas, porque si no te vas de morros. Me ha dicho una señora con la que me he cruzado (60 años cumplidos, con un ritmazo brutal), que esta es la modalidad más fácil, aunque yo no lo veo así, porque al menos a mí se me cruzan en exceso los esquís, me resbalo y pierdo el equilibrio, y gracias a ella me he caído varias veces haciendo unos dobleces de piernas muy extraños y peligrosos.



Os he dejado varios videos para que tengáis alguna referencia, y sobre todo, distracción.

27 enero 2009

Poco a poco, vuelvo en mí


El sol de cara, cargando pilas, y no lo niego: el culo helado.

Voy a volver a las andadas, o pedaladas, según se mire. Este lunes redescubrí un camino en La Seu d'Urgell que me enseñaron hace unos meses y por los que fui corriendo con un amigo triatleta de por aquí. El lunes dejé las zapatillas de correr y me subí a la bici, y a ese circuito de diez kilómetros le di cuatro vueltas y luego me fui, por otra vía verde, a otro pueblo, Arfa, para redondear en 50 kms la salida. El circuito en sí es de lo más agradable. Transita a la ida paralelo al río Segre, con buen caudal y su consiguiente maravilloso ronroneo, y a la vuelta repite la escena, del otro lado, todo con patos y otras aves, que dada mi ignorancia, ignoro, valga la redundancia. Así pues, nada cambia en cuanto al Segre, pero todo lo demás es diferente.


Este señor estaba justo donde he aparcado, a las once de la mañana, leyendo su periódico.

Encontré ancianos y ancianas paseando, señoras y señores andando a la 'charreta' (ese ritmo parlanchín pero intenso), chicas y chicos paseando a sus perros (algunos con dos, tres, y hasta cuatro), corredores y corredoras y también ciclistas y ciclistos (puestos a ser ecuánime, rozo la estupidez por doquier), y a los lados, vacas, caballos, prados helados o embarrados, y, sobre todo, charcos, fango y moñigas, todo en mezcolanza guarrilla para mi vestimenta, moteada al término con un poco de todo.

Lo más importante fue todo en sí, además del sol que me regó, bendito sea él.


Había alguna acequia en que asomaba el forastero 'Casco Torcido'.

Hoy he repetido el camino, pero sólo he dado una vuelta, para calentar, y luego me he lanzado con mi tractor a la carretera, dirección Puigcerdà. Diré que no he llegado a esta localidad, ya de Girona, y no lo he hecho porque soplaba un viento en contra helado proveniente de las montañas (ayer nevó cosa mala) que me estaba matando. Esta renuncia entra dentro de la nueva política para 2009: sufrir lo justo (me hago mayor, y no es broma). Me he dado la vuelta a 12 kms de Puigcerdà, y en el retorno, con viento a favor, he volado. La imagen que pongo a continuación es en una parada intermedia que he hecho en Martinet, para tomarme un descanso, una barrita y una foto. ¿Notáis que ya sonrío? Yo sí, poco a poco.


En Martinet, el susodicho 'Casco Torcido', demostrando que es un genio combinando colores.

26 enero 2009

Ocurre porque ocurre



Me da bastante rabia que siempre que pasa alguna desgracia, aparentemente ajena a la responsabilidad humana, se busquen culpables y cargar las tintas contra alguien. Aquello del ojo por ojo israelí (¡cerdos!) es internacional, cada uno a su manera.



Han muerto cuatro niños en Sant Boi, en Barcelona, cuando intentaban resguardarse del viento que hacía en el campo de entrenamiento, y lo hicieron en una instalación que al final fue su tumba. Primero, la reacción del monitor que los lleva allí es lo que hubiera hecho todo el mundo, segundo si el edificio se cae es porque se cae del vientaco que hacía, como cayeron árboles, mamparas, macetas, vallas publicitarias y camiones que volcaron. Y si en 25 años que llevaba ese pabellón levantado se ha dicho y redicho que cumplía todas las reglamentaciones, no entiendo el intento de buscar un culpable, un criminal que no hizo bien su trabajo. Incluso algunos acusan a los padres: ¿Por qué los dejaron ir a entrenar en un día así?



Hay un maremoto o tsunami y se buscan cabezas que no lo previnieron; hay un temporal en la península y luego sale el ministro del Interior diciendo que las previsiones decían que iban a ser vientos de 150 km/h y al final han sido de 200; muere un ciclista en la carretera y se dice que es que ¿cómo se le ocurre?; un barco tiene una vía de agua en altamar y se pone el grito en el cielo. Es que, claro, si se arriesgan.

Pues nada, mejor nos quedamos en casa, y si se nos cae la plancha al pie, nos abrasa y nos rompe un metacarpiano, pues lo primero que tendremos que hacer es llamar a la empresa fabricante y preguntarle por qué su plancha, oiga, quema y pesa tanto.



Las personas no somos infalibles, y muchas veces no dependemos de nosotros mismos. Algunas veces me he visto encima de la bici sufriendo por los vaivenes que me provocaba el viento, otras me he tenido que parapetar detrás de un vehículo aparcado para intentar que no se me llevara el viento, otras me ha pillado un tormentón que no me permitía ver ni a tres metros por delante, y algunas el tremendo calor me las ha hecho pasar canutas, incluso en plena competición en el mar tuve la sensación de ahogarme, lo más desagradable del mundo. En ninguna me ha pasado nada más que la incertidumbre y el miedo del momento, pero está claro que si llega a pasar algo grave, desde mi tumba oiría a más de un cantamañanas decir que es que, claro, ¿cómo se le ocurre?

Ocurre porque ocurre.

El pasado fin de semana un triatleta del equipo Komando de Valencia murió en una salida en bici. No pensaré que fue un inconsciente, sino que la suerte, esta vez, no estuvo de su lado. Y que descanse en paz:

Según las investigaciones de la Guardia Civil, los dos ciclistas (Francisco Ortega y su entrenador) se rozaron por causas que no han trascendido cuando circulaban por la N-234, en el término de Torres Torres. Esto hizo que el entrenador de la víctima cayera en medio de la calzada. Francisco Ortega giró el manillar para no chocar contra su preparador e invadió el carril contrario, justo en el preciso instante que se cruzaba con un Seat Toledo. El impacto contra el coche fue brutal.

El entrenador, de 39 años, sufrió una contusión lumbar como consecuencia de la caída, y luego padeció un ataque de ansiedad cuando los sanitarios le informaron del trágico desenlace. La ambulancia del SAMU trasladó al herido al hospital de Sagunt.

Respecto a las causas que motivaron el roce de los dos ciclistas, un testigo afirmó que pudo deberse a que uno de los triatletas perdió el control de su bicicleta cuando se inclinó para coger la botella de agua. También se barajaba la posibilidad de que un golpe de aire hubiera desequilibrado a los deportistas.

21 enero 2009

Tener valor

Sé que estoy un poco así, raro, y empiezo a darme cuenta. Sé que tengo que armarme de valor para ponerme el cullote, el maillot y las mil capas de gore-tex, la chaqueta y los guantes. Y sé que eso me cuesta.

Sé que no estoy del mejor humor (aunque tampoco del peor), y sé que es porque no hago deporte. Voy a esquiar y puedo ir al gimnasio, pero no me vale. Necesito sentir el cansancio en el cuerpo para estar más calmado y ver que no pierdo el tiempo en el trabajo. Sólo en el trabajo. Si sigo así no voy bien y por eso hoy he llevado la bici de montaña al repaso anual para empezar la batalla.

Sé que tengo que hacerlo, que me tengo que levantar a las siete de la mañana para estar a las ocho en La Seu d'Urgell y rodar unas dos horas, pero sé que si hago eso me voy a congelar, y debo luchar contra ese peso psicológico doble que significa madrugar y pelarme de frío.

Sé que si no lo hago no llego en forma a la Quebrantahuesos. Y no quiero pasar de nuevo aquel infierno, así es que sé lo que tengo que hacer: tener valor.

18 enero 2009

Felicidades a todos



Enero es el mes de los cumpleaños. O al menos eso dice nuestro calendario. Si no se me olvida alguno, de tantos que hay, doy nombres:

El día 8, mi sobrina Carmela. ¡Felicidades!
El día 11, mi cuñado Carlos. ¡Felicidades!
El día 12, mi maaaaaaaaama Petry ¡Felicidades!
El día 13, mi loca Pepa. ¡Felicidades!
El día 17, mi hermana María. ¡Felicidades!
El día 17, mi suegra Carmen. ¡Felicidades!

Felicidades a todos.

05 enero 2009

Queridos Reyes Magos

Hace muchos años que no os escribo, el tiempo pasa para todos menos para vosotros, que seguís estando igual que antes. Como unos chavales en plenas condiciones físicas subís escaleras, trepáis por fachadas y os coláis por las ventanas tan solo presentando el carnet de Rey Mago. Siempre he pensado que menos mal que ese carnet vuestro es exclusivo, porque si no, digo yo, los cacos se frotarían las manos. Pero vosotros os portáis bien. Entráis sin hacer mucho ruido, más bien nada de ruido, dejáis los regalos y os vais raudos a otra casa. Debe de ser maravilloso poder viajar tan rápido.

Cuando era pequeño pasaba horas y horas pensando en vosotros. Siempre le he dado muchas vueltas al coco pensando en infinidad de cosas, creo que incluso no exagero si digo que cuando voy andando por la calle solo, o con la bici sin nadie a mi alrededor, siempre estoy cavilando, dándole vueltas a las cosas que me pasan a mí y a los de mi alrededor, en lo que he fallado, en lo que no debo hacer, en lo que tengo que decir, cómo, cuándo, y el porqué. El porqué de las cosas, que diría aquel, ha sido el gran tema de debate interno que he llevado a cabo a lo largo de mi vida. Y sigo en ello porque me ayuda a comprender este mundo con el que no estoy a gusto en muchas cosas, pero con el que tengo que aprender a convivir. El caso es que, os decía, ya de pequeño le daba vueltas a la cabeza pensando en vosotros. ¿Cómo lo hacíais? ¿Cómo unas personas podían estar en tantos sitios a la vez, entrar en casas en las que no entraba nadie que no fueran los dueños, y sin llaves ni nada? Y claro, lo preguntaba. Yo le preguntaba a mis padres y ellos me decían que es que sois magos. Pero eso no me valía, había gato encerrado, pensaba yo, porque resulta que a todos mis amigos del cole sus padres también les decían que es que erais magos. Vamos, anda. Que éramos niños pero no tontos, psé.



En los corrillos del patio del cole siempre hablábamos de vosotros. Recuerdo conversaciones encendidas con amigos que decían que los Reyes eran los padres, pero siempre acabábamos diciendo que eso no era verdad, porque si no... bueno, porque si no nada... creo que simplemente queríamos no creerlo. De hecho, una vez un amigo que no recuerdo dijo que él se había escondido en el comedor de su casa por la noche –cosa que por otra parte nadie creía- y dijo que vio cómo sus padres colocaban los regalos. Por supuesto, nos reimos de él porque todos dábamos como obvio que sería que no habríais podido entrar por cualquier razón –le puede pasar a cualquiera- y que les habíais encargado a los padres dejar los paquetes donde los zapatos. Bien, el caso es que en esos corrillos muchos decían que los padres estaban compinchados, que nos hacían irnos a dormir pronto para que no viéramos cómo dejaban la puerta entreabierta, o el balcón o alguna ventana. Y claro, ahí la cosa tenía su sentido. Pero luego nuestro escepticismo fue aumentando, porque pese a que hubiera un balcón abierto... ¿cómo ibais a subir tantas cosas por la fachada de una finca? Imposible. Además, yo siempre he vivido en un décimo piso y, creedme, acojona un rato si miras para abajo. Aún así en esas cavilaciones que hacía sí hubo alguna vez que di con la solución. No sé si se lo vi hacer a Indiana Jones o qué, pero el caso es que deduje que con una cuerda muy larga (y tan larga como para alcanzar al décimo piso) y un pequeño garfio ibais subiendo poco a poco y dejando en cada casa, desde el primero al décimo, los regalos. Era de una lógica aplastante. Pero todavía me surgieron con los años algunas dudas más. Teníais que ir muy rápido para poder ir a todas las casas del mundo en una noche, y claro, no podíais aparcar abajo los camellos, poneros a elegir los regalos que teníais que dejar en cada casa y todo eso. Era mucho tiempo perdido y vuestra obligación era ir muy rápido. Y claro, me puse a pensar y di con otra solución. En este caso era evidente que seguíais utilizando la misma técnica de la cuerda, pero ahora, pensaba yo, subíais con camellos, bártulos y pajes incluidos. No me preguntéis cómo, pero era la única explicación que se me ocurría. Ya veis.

Luego vinieron los años de empezar a descartar esas teorías que iban contra las leyes naturales, la gravedad y esas cosas, y seguí pensando. Al fin, con las nuevas tecnologías que iban surgiendo, tanto coche y tanto bólido, y aviones, helicópteros, el Concorde, los F-16 o F-19 de los yanquis que estaban en Torrejón, no sé, todas esas cosas que iban tan rápido, pues me dije que ya estaba claro, que lo teníais todo previsto con los gobiernos y os ponían todo a vuestros pies para que pudierais trabajar bien. Era como cuando una vez oí, o vi por la tele, o leí, o no sé qué que el rey de España había estado una mañana en no sé qué país y por la tarde ya estaba en la Zarzuela. Sería cosa de reyes eso de ir tan rápido, me decía. La dichosa sangre azul, porque si no, ya me diréis.



Luego ya vinieron los años de dudas. Ya la cosa estaba clara y fui abandonando gran parte de aquellos pensamientos tan inocentes. Sentí algo de vergüenza por lo que los padres podían pensar de nosotros los niños, pero bueno, también pensaba que yo no lo sabía, y que habían estado jugando con nosotros a su antojo. Sin embargo, pese a descubrir el pastel y la desilusión que eso suponía, siempre mantuve dentro de mí ese dolorcillo de estómago que no me dejaba dormir bien la noche de antes. Me acostaba pronto porque, como siempre, papá y mamá insistían en que había que irse antes que nunca a dormir, pero lo que era dormir, yo creo que no dormía. Daba vueltas en la cama mirando de reojo la persiana echada por la que entraba algo de la luz nocturna por esas pequeñas rendijas que dejaba, y agudizaba todo lo que podía los oídos para analizar cualquier sonido extraño. También hablaba con mis hermanas, que estaban en las mismas que yo, sin pegar ojo. Mientras, papá y mamá estaban en el comedor viendo la tele o leyendo y nosotros pensábamos por qué nosotros nos teníamos que ir pronto a dormir y ellos no. El caso es que sin darnos cuenta esas rendijas por las que entraba algo de penumbra horas antes, ahora estaban llenas de luz. Era un despertar tranquilo y lleno de emoción. Tranquilo porque la ilusión podía superar nuestros nervios, y no era plan. Nos juntábamos los tres hermanos y nos asomábamos con algo de dudas a la puerta acristalada que nos perfilaba lo que había en el comedor, ¿habrían venido?, ¿había muchas cosas?, ¿qué es ese bulto de allí?, y después, como un alud nos abalanzábamos sobre la puerta para ver quién era el primero en entrar en el comedor. Entonces empezábamos a gritar, ¡mira!, ¡hala!, y así un rato largo e intenso aunque breve en el tiempo en el que desenpaquetábamos todo lo que llevaba nuestro nombre. Era tal la excitación que no notábamos ese leve frío que se nos colaba por el pijama. Íbamos corriendo a la cama de papá y mamá y los despertábamos, y ellos disimulaban su cara de sueño poco habitual –pero cómo íbamos a pensar...- mientras sonreían de oreja a oreja viéndonos tan contentos.

Luego les insistíamos que debían ir pronto a abrir sus regalos, y aunque remoloneaban y se hacían duros de rogar, enseguida se levantaban e iban a por sus cosas. La emoción entonces se iba diluyendo viendo los calzoncillos de papá o unas medias para mamá... no había juguetes, y bueno, ponías cara de ilusión a tu papi mientras pensabas: “¿Unos calzoncillos? Te chinchas, a mí me han traido una bici, já”. Luego el frío de la mañana, pasada la ilusión del botepronto, se hacía notar y ya nos poníamos los albornoces, pero nuestra cabeza de niño –típico- que nunca tiene suficiente, comenzaba a pensar si habrían escondido más cosas por la casa –alguna vez lo hacían- y, como último recurso y asegurado, estaba la casa de los abuelos. Allí siempre caía algo. Los abuelos subían siempre a eso de las once, llegaban y decían que a ellos no les habían dejado nada, vaya, pero nosotros, que los queríamos con locura, les decíamos que no era verdad, que allí tenían unos paquetes con su nombre, y los arrastrábamos de las manos para que los abrieran. Ponía siempre Florencia y Manuel... qué listos eran los Reyes, con lo fácil que hubiera sido poner Abuela y Abuelo. Es que se sabían todos los nombres...

De entre todos los regalos recuerdo con mucha ilusión varios. Me viene a la cabeza aquella Motoretta-2 que me trajeron un año, qué ilusión me hizo aquello, qué alegría, o aquel barco pirata que no era pirata sino de romanos, maravilloso, y que aún conservo en algún lugar de los trasteros de casa de mis padres. Recuerdo además de aquello mis sensaciones. Yo creo que había pedido, o al menos quería, el barco pirata de Playmobil, jo, qué bonito pintaba aquello por la tele. Vi entonces el barco de romanos y en principio dije “este no es”, pero luego empecé a disfrutarlo como un niño, nunca mejor dicho... cuántos litros de agua dejaría correr para verlo surcar los mares estrechos de la bañera del wáter de casa. Se movían los remos y todo. Brutal. Luego también recuerdo el año en que le trajeron a Carmen la bici verde, la BH, aquello fue espectacular. Creo recordar que ya estábamos los tres hermanos dando brincos con nuestros regalos despertando a papá y a mamá cuando los dos, con cara de sueño, nos decían si habíamos mirado bien todo. Y la encontramos en el recibidor de casa. Espectacular.

Bueno, estos son sólo algunos ejemplos de aquellas maravillosas mañanas. Ahora todo aquello está diluido en el tiempo y forma parte de nuestro pasado. Yo tengo estos recuerdos y algunos otros y mis hermanas tendrán otros similares o muy diferentes. Yo sólo sé que mis Reyes Magos me hicieron pasar unas fiestas de mucho cuidado, siempre manteniendo viva la ilusión que todo crío necesita y, sobre todo, disimulando y jugando a formar parte del juego que ellos mismos provocaban. Eso era lo mejor. Ver a mis padres poner la misma cara de alucinados que yo al ver los regalos dice mucho de ellos, me hace esbozar una sonrisa y me ensancha el corazón. Esa complicidad es genial. Ahora, con 27 años, todo esto está en el saco de la vida pasada, una vida que continúa en el presente dentro de cada uno de nosotros, una vida que nos lleva a que cada 5 de enero durmamos con esa pequeña nostalgia de aquellos años de inocente infancia, y esa ilusión de que al levantarnos unos personajes golosos de sus caramelos y que no veremos nunca nos han dejado al lado de los zapatos un presente. Con la emoción que eso conlleva. Bonito, ¿no? Ahora sólo falta esperar a dar el paso de ponerse la corona, y hacer sonreír a los que vengan con tanto amor como el que mis reyes preferidos me dejaban cada 6 de enero al lado de mis, por un día, impolutos zapatos.

A Rafa y Petry, mis maravillosos padres, mis reyes magos, mi vida.

03 enero 2009

Kamikaze (1)

Voy a ir dejando una serie de videos que he ido e iré grabando gracias a los reyes magos adelantados, que me trajeron un aparatito que me lo puedo colgar y hacer cositas con él. Cositas como esta. Kamikaze esquiador. Se sale.