29 agosto 2009

El Maestrat esconde tesoros


La Llècua, el pasado y el futuro al fondo.

Dije que faltaba contar la expedición de Alberto y un amigo suyo por el Maestrat, en tres días de ciclismo y paz, y aquí está para nuestro deleite visual. Aviso que me salto las normas de la concisión del periodismo para disfrute del personal, y añado la gran mayoría de las fotos que me ha enviado. Cada imagen es un cuadro perfecto y bello, lleno de vida pese a que parezca lo contrario. Con clickar en cada una de ellas se hará más grande en la pantalla, y podréis ver sin problemas la belleza que esconde el interior de la provincia de Castellón.

Cuenta Alberto que hay lugares preciosos, chopos inmensos y carrascas encantadas, casas abandonadas y algún vestigio de vida, parejas que viven allá alejadas del mundanal ruido y ancianos que se resisten a abandonar la tierra que les ha dado de comer durante 30 años. Esas cosas que hoy parecen tan lejanas, tan vivas en libros y leyendas pero que están a pocos kilómetros de nosotros, donde se puede llegar andando, en bici y con el sol, la lluvia y el viento de compañeros. Propongo que hagáis el esfuerzo mental de situaros en cada foto, en ese lugar, con su silencio y su abandono. Dice Alberto que la Comunidad Valenciana, o el País Valencià, o como le queramos llamar, "no es solo sol, playa y ladrillo". Y cuánta razón tiene.


Camino de la Estrella, con el ciclista reponiendo fuerzas a un lado, con la pista al otro esperándolo.


La Estrella. Alberto dice que allí vive una pareja de 75 años, solos desde hace 30 años. El pueblo más cercano es Vilafranca, a 20 km, y se accede por pista forestal.



Sant Miquel de la Pobla, o la Pobla de Bellestar, y su espectacular puente romano.


La Iglesuela del Cid, un edificio de estilo en el centro del abandono.


Camino de la Estrella y Mas de la Barraca.


En les Alberedes no vive nadie, pero hay casas que se pueden visitar por dentro y dejan imágenes como esta.


Plaza e iglesia de la Llècua, donde cuenta Alberto que vive una pareja y que él dedica parte de su tiempo a arreglar el camino que les comunica con la Salvassòria. Un camino que es pista.


Vista panorámica realmente preciosa. ¿Por qué nos perdemos todo esto?.


El camino que lleva a la Salvassòria está lleno de carrascas tan bellas como la de la imagen.


Els Llivis.




Iglesia de la Salvassòria.


Iglesia de les Alberedes, aldea en la que no vive nadie pero en la que los dos visitantes detectaron signos de vida reciente.


Chopos inmensos en medio del trayecto. Cuenta Alberto, en la imagen, que tienen un diámetro de dos metros: "Jamás he visto nada así", asegura.


Casas de la Llècua, aldea que Alberto cataloga de "preciosa".


Puerta de una casa en la Llècua.


Palacio de Ares del Maestre.


Las vacas pastan tranquilas cerca de la Llècua. Aún quedan sitios como éste cerca del mar.


Maquinaria de labranza abandonada en la Llècua.


Ares del Maestre.

27 agosto 2009

Barranc de Tarongers y Pic del Casamanya

Tengo cinco batallitas por contar, pero solo dos son mías. Las otras tres son de Alberto en el viaje con bicicleta de montaña por el Penyagolosa, los cuatro días de Raimon sólo por las montañas de Andorra de refugio y tienda de campaña, y la cima de Ricki del Aneto (la espinita clavada). Tres aventuras muy interesantes que vendrán en próximas entradas.

Las dos mías, las siguientes. Me las ventilo en un plis plas porque poca cosa son. La primera, en Ontinyent, corriendo con Pauet y Xurro hasta Bocairent por el Barranc de Tarongers, una ida dura dura con momentos de sufrimiento para seguir el ritmo de las dos bestias que me llevaban a un ritmo muy alto para mí, con Xurro mandando el paso y yo mirando los pies de Pauet, poniendo los míos donde los suyos, e intentando mantenerme pegado, cerca. Difícil.


Una imagen hivernal de la pista que precede a la senda que sube.

Al final llegamos en 1 hora y cinco minutos, y muy bien los tres juntos, almorzamos en el bar del poble, a tutti, bocata de tortilla con longaniza y queso, cerveza, olivas y cacahuetes. La idea era hacer la vuelta en coche, con Javi y Kike que vinieron por el puerto para volver con ellos -Jorge fue en bici-, pero al final nos animamos y volvimos de nuevo los tres corriendo. Yo casi vomito el (señor) almuerzo, pero llegamos a casa con alguna parada para respirar y recuperar las piernas tiesas. Al final, no sabemos los kilómetros, pero todo apunta a entre 15 y 20.


Vista de Bocairent, donde llegamos para almorzar.

La segunda batalla fue ya en Andorra, sin escayola por fin, y aprovechando la visita de Raimon. Subimos desde la cima del Coll d'Ordino, a 1.980 metros de altitud, hasta la cima del Casamanya, a 2.740, es decir un desnivel de 860 metros, y lo hicimos también corriendo, aunque hay que decir que en los tramos finales, en esas tres lomas que se plantan delante sin avisar, suelo pelado con hierba baja y piedra, no se pudo trotar. Pasos largos o cortos, cada uno a su manera, subimos sin hablar y a pique, como es de recibo en dos amantes de estas cosas.


Inicio de la subida al Casamanya.

Raimon, maratoniano él, tercero o cuarto o quinto (no recuerdo) en una maratón en el Sáhara (¡ojo con el bicho!), no podía permitir que un ciclista como yo le derrotara en su terreno pedestre. Así, en las primeras rampas abrió un hueco que se dedicó a administrar. Cuando giraba la cabeza y me veía apretar, él hacía lo mismo para evitar que me acercara. Me sacó en la cima 50 segundos, y en la bajada 2 minutos y 45 segundos. ¿Tanto lo calculamos? Por supuesto: "¿Cuánto me has sacado?", le pregunté a cinco metros de coronar. "Aún no has llegado", me contestó. En total lo hicimos en una hora y cuarto.


Las lomas que se empinan al salir del bosque inicial.

Diré en mi favor que en la subida no me sacó tanto como pensaba, pero en mi detrimento asumo que en la bajada las piernas no me respondieron, que el ritmo fue frenético y que por momentos vi mis tobillos doblados, las rodillas temblando, las manos rascadas por las piedras al frenar la caída y los dientes rotos. Por fortuna no pasó nada de eso, y hubiera sido un desastre estando con la mano recién liberada de la escayola.


Vista desde la cima del Casamanya, con el Casamanya del Mig y el del Nord a la vista, y el Estanyó al fondo.

Desde ese día, viernes, hasta hoy jueves, no he podido hacer nada por las agujetas que tenía en los cuádriceps, más por la bajada que por la subida. Eso sí, hoy he corrido media hora y me he encontrado muy bien. Lento, pero a gusto. ¡Qué importante esto! ¿Eh, Pepa?


La bajada, rápida y por eso difícil.

23 agosto 2009

Marruecos: Marrakech (I)



Hoy nos metemos en Marruecos. Tengo un sinfín de fotos y videos, que no caben todos en esta entrada. Estoy pensando hacer un video editado sobre el viaje, pero ya veremos, porque para eso necesito sentarme unas cinco horas de cara al ordenador, y no sé si tengo ese espíritu ahora que el sol asoma tan hermoso.



De momento dejo algunos ejemplos marroquís. En esta entrada me centro sólo en Marrakech, ciudad caótica como cualquiera de las del país vecino, pero con ese encanto que todas ellas tienen. Ojo a la conducción entre personas, a las tiendas, a la plaza Djemaa el-Fna, de la cual por desgracia no tengo ningún documento nocturno, cuando se transforma en una plaza mágica con cuentistas travestidos, encantadores de serpientes, vendedores de hachís y los puestos de cena rápida que te hacen allí mismo por 70 o 80 dirhams, al cambio 7 u 8 euros para dos. ¿Barato? Si se busca bien, es barato.







Pero Marrakech también es calor, pitos de automóviles y motocicletas, pitos sin mala leche, pitos de aviso, ¡que voy!, te apartas y todo sigue bien, quieres cruzar una calle y hazlo mirando insistentemente a todos los lados, no te venga una moto, un coche, una bici, alguien encima, un choque fortuito.



Y esta ciudad es también el súmmum del turismo marroquí, el centro neurálgico de la venta de todo lo que sirva para que unos se ganen el pan de cada día y para que otros se lleven algo inservible a su casa de campo. No somos como ellos, poco tenemos que ver salvo detalles, porque nosotros somos cada vez más individuales, más egoístas, más insulsos, asépticos. Ellos viven al día, hoy qué como, hoy dónde duermo, hoy que negocio cierro. Allí hay olores, colores, contactos humanos, aquí el olor se va a buscar al Mercado Central, si lo hay, los colores a la playa y el mar, a la tierra virgen que casi no queda y que a ellos tanto les sobra.



Es Marruecos un país sucio, lleno de mierda por todos los lados, y miseria, y una sensación de estar en la España de la posguerra, donde en las zonas rurales se iba en burro y se comerciaba con cualquier cosa, una botella de butano vacía, un televisor en blanco y negro que no va, unas piezas que pueden hacer funcionar una nevera...



Es un país para volver por amplio y hermoso, pero para hacerlo en pequeñas dosis, porque después de unos días allí uno desea, burgués como es sin proponérselo, una ducha caliente y reparadora, una taza de wáter limpia que sea algo más que un agujero, tu cama y un poco de tu comida que, bien mirado, no sabe a nada.

22 agosto 2009

El gen de la resurrección



Esta bola de pelo llamada Buster es un veterano de guerra, porque va a cumplir 14 años, si no me equivoco, que haciendo la cuenta en perruno son 98 años humanos, y así está de chaval que un día nos dice adiós sin avisar. El otro día tuvo un sustito, bien temprano, cuando un pequeño ataquito lo dejó extendido en el suelo e inmovilizado, pero por aquel gen de resurrección que lleva en las venas, el muy perro se recuperó a las pocas horas, cuando su amo lo llevaba al veterinario de urgencia y, al mirar por el retrovisor de soslayo, lo vio levantado en el asiento de detrás del coche mirando por la ventanilla como si tal cosa. Es la segunda vez que resucita, y aunque la primera fue más tardía con inyección, tensión y suspense incluidos, no por eso esta tiene menos valor.

Después de este segundo achaque, el pobre se ha quedado sordo. No del todo, porque debe de oír ecos lejanos que a veces le hacen reaccionar, pero sólo se guía por el olfato y la intuición, porque la vista, siguiendo la tradición de su raza y, por qué no decirlo, de la familia Mora Sesma, no es la mejor (por ser fino) desde hace ya unos años (décadas para él).

Con sus 14 añitos, 98 os recuerdo, lo mejor que puede hacer es coger aire y respirar, descansar y dormitar, dejar que lo acaricien y lo mimen, y sobre todo, esperar a su Mensin que en pocos días lo podrá abrazar y besuquear, nadie sabe hasta cuando.

18 agosto 2009

El antes y el después

Esperemos que sea el principio del fin. Hace dos meses yo era este de aquí abajo, y lo he sido durante todo ese tiempo. Estuve en Marruecos (de Essaouira es la foto), estuve en Valencia, en Ontinyent y en Benigànim. Estuve por allà y por aquí. Me ilusioné y me di un golpe, pero luego pensé que del hostiazo me levanto más grande, más alto, qué leches, mejor. Tanto mejor como que ya ha llegado el principio del fin.



Hoy soy este, con la escayola diluida en el tiempo, con brazo y medio y con menos pelo. Algo más señor, algo más serio, algo diferente. Diferente todo. Ya no estoy de vacaciones ni lejos del mundanal ruido, ya no estoy pensando en lo que no debo pensar. Ahora empieza el principio del fin. Puede que un nuevo camino. Ya he llevado la bici al mecánico. ¿Será la ilusión?

09 agosto 2009

Son 31... tic tac

Son 31 y sumando. Tic tac.

Nos acercamos al ecuador del camino. Hum... Es divertido.

Hacía tiempo que no lo celebraba con los míos. Paelleta.

Son 31 y es como si llevara todos estos años con ella. Loca. ¿Hoy vendrá a verme? Sí, lo hará. Hace tiempo que no duermo a su lado.