23 noviembre 2012

Maratón de Valencia 2012: Es que fui feliz

Es que fui feliz. Es que lo pienso y lo repienso y, sí, lo fui. Es que da igual que te digan que vas a sufrir, y además, agonizar. Es que durante una maratón, eres feliz. Estás rodeado de miles de personas apasionadas como tú por esto del trote cochinero. Gente que lleva meses preparándose para retorcerse lo mínimo posible, pero adaptando precisamente su cuerpo a ese dolor. Sí, es que es dolor. Duele y mucho cuando es la cabeza la que manda y no el cuerpo. Si por él fuera, te pararías, te sentarías, pedirías una caña helada y dirías, ep, aquí una siesta. Pero es que no.


No, nunca quieres parar. Vas hecho unos zorros y no te responden ni los pelos, pero insistes en que hay que llegar. Hay un momento en el que olvidas las previsiones, las cábalas, y te centras en un objetivo. Acabar. Hasta pasar por el calvario, el cuerpo recibe muchos impactos. Los incesantes en el cuerpo por el golpeo en el asfalto vienen de serie y son los más dolorosos; pero los mejores, los que te llegan en forma de sensaciones, no tienen precio. Esos son impagables.

Tus padres en varios puntos del recorrido, animándote, dándote comida o bebida, lo que les pidas, sonriendo con aquellas sonrisas que nunca se olvidan, gesticulando, vamos hijo, qué bien, qué bien, sigue así, vas muy bien. Te echan una foto y tú sonríes, porque eres feliz.

Tus amigos dispersados en los 42,195km. Unos que van en bici, otros que están apostados en un punto concreto, los otros que corren contigo. Estaban ahí, algunos delante, otros detrás, y Samu y Javi conmigo. Los tres como un reloj, a cinco el kilómetro, concentrado Javi, calculador Samu, dicharachero yo. Tres amantes del deporte como los otros nueve mil. Y todos amigos.

Tu mujer en tu mente diciéndote aquello de tranquilo, que puedes, claro que puedes, ¿cómo no vas a poder? Y luego en presencia, en una acera la ves y la oyes, en otra la sientes, y luego se une a ti en los momentos de mayor dureza, cuando tan solo quedan tres o cuatro kilómetros, pero qué kilómetros, oiga, los más duros, los que pesan de verdad en las piernas. Y ella corriendo a tu lado, con la cámara haciendo un video, y animándote, vamos Rafa, vas bien, qué bien, siempre dijiste que no harías una maratón, y la vas a acabar, claro que la vas a acabar.

Y tú los quieres a todos. No hay un abrazo en el mundo más perfecto que este.

20 noviembre 2012

'Espatarrao'

La crónica de la maratón estará en breve. De momento, echaros unas risas con mi vecino de abajo.

16 noviembre 2012

42,195... ¿por qué?

Cuántas barbaridades he hecho y ninguna como esta. No son nada 200 kilómetros de bici ante esta enormidad. 42,195 corriendo. Qué locura. Hoy me pregunto por qué voy a hacerlo. Tengo tantas respuestas... La principal es por motivación, porque después de muchos años pensándolo, de muchos cuidados a una rodilla diferente, ha llegado la hora. Gracias a mi familia, a mis amigos, a los que veo y a los que no, a los que sigo y a los que me siguen, porque ellos hacen que todo sea posible. Gracias a Raúl, que es mi ángel de la guarda, a Pepa, que me anima cada día, a todos los que creen que somos capaces.

Sí. Somos capaces. Llegaremos más rotos que otros, tal vez menos en algunos casos. Pero llegaremos. No querremos ayuda externa, no querremos más que ánimos. El resto será la lucha del cuerpo contra los metros. No hay más. Sudor, sufrimiento, dolor. Todo llegará, pero habrá que superarlo, pensar en las olas del mar rompiendo en la playa, en la primera nevada, en las vacas que pastan a sus anchas cerca de casa.  Habrá que evadir la mente, buscar un viaje alternativo con la vista ciega en el frente, los pies manteniendo el ritmo, los músculos impulsando y el corazón vivo al ritmo de los pulmones. Dale, dale, dale, sigue, sigue, sigue.

Qué belleza de momento la meta. Nadie se pregunta si no llegaremos, porque lo haremos. Y sí, estamos locos, pero por eso mismo corremos.


07 noviembre 2012

Gay nuestro que estás en los cielos...

Un gay es un ser humano normal. Un matrimonio con dos personas del mismo sexo es algo natural. Aunque les pese a algunos. Tiene que venir el Tribunal Constitucional para que parezca más normal aún de lo que es. Seguimos viviendo en una Edad Media social, y desregularizada, donde pasa lo que pasa porque pasa, pero no está bajo el amparo de la ley porque se tiene tanto que esconder que no se da el paso.



La Iglesia –la maldita Iglesia- se ha pasado siglos diciéndole a la gente lo que tiene que hacer, lo que está bien y lo que está mal, y no ha dejado que haya fluidez, que los hombres se toquen con otros hombres, que las mujeres lo hagan con ellas, o que todos se junten en una bacanal desenfrenada y llena de placeres que no encontrarán en el insulso cielo. Se sigue pensando que esto es demoníaco...

Acuso a la Iglesia Católica porque es la que, por desgracia, tiene que aguantar más de medio mundo, y el nuestro en particular en un país laico –me troncho-, pero podemos abrir el abanico de improperios al resto de religiones, que se ceban en discriminar y perseguir algo que nunca se entendió como natural. La religión es la mayor basura que se ha creado en el mundo, porque desde hace miles de años resulta que un gay es un enfermo, y pasan los siglos y los milenios y seguimos con las mismas.

 
Los homosexuales tienen un motivo para estar contentos con esto del TC, pero en realidad, insisto, seguimos siendo de la Edad Media. En el día a día, hacer el chiste fácil sobre el homosexual, si tiene o no pluma, si se le ve la flor desde Sebastopol y toda la chanza habitual, sigue sirviendo para los momentos de cachondeo. Soy el primero que se lanza al degüello de la broma vaya por esos lares o por otros (o nos reímos de nosotros mismos, o nos cortamos las venas), pero en el fondo, si estiras de la lengua, te encuentras con gente que sigue sin entender.

El tema más recurrente es el del gimnasio y sus duchas. Mil veces he oído a más de uno quejarse porque en la ducha hay un tío que les mira. Hace poco en Valencia, en los vestuarios de la piscina de Abastos, estábamos varios amigos con la minga al aire después de darnos una paliza a nadar, descojonándonos por quién sabe qué, y alguien se puso serio porque detectó que había hombres alrededor que nos miraban "de arriba a abajo". Sinceramente, es posible que sea porque en mi caso, sin gafas, no veo un pimiento y no detecto esas situaciones, pero tampoco veo el problema.


Pongamos, por ejemplo, que hombres y mujeres heterosexuales compartiéramos vestuario. Los hombres tendríamos el problema de que por tema de erección no podríamos controlar si nos gusta esa o la otra, pero en ellas no se notaría a simple vista, y digo yo que, por el detalle diferencial de la minga erecta, uno no se puede sentir violentado porque le miren o le dejen de mirar. Lo más que puede pasar es que haya un ataque directo. Si lo hay, y no te interesa, entonces pon los puntos sobre las íes y hasta aquí hemos llegado, y si el exceso de mirar es lo que te molesta, pues haz lo propio.

Digo yo que, con sinceridad, podemos darle vía libre a los sentidos o ir a las duchas pendientes de lo que hacen o no los demás. Yo voy muy relajado, y no pienso ni en pastillas de jabón en el suelo ni en mierdas similares. Porque, oye, no son enfermos ni maleantes, son mamíferos con las mismas ganas de amor que cualquier ser humano. Y el tronado que no lo vea, gracias al Constitucional se lo come con patatas.

23 octubre 2012

Doble capa de


Cuando se acaba una, se empieza la otra. Se llevan bien. Saben que el amor que siento por las dos es idéntico. La una me acompañó desde siempre, la otra es más joven para mí, pero ambas son la crema de la vida. Sin ellas, no serían lo mismo esas meriendas de tarde libre, y tampoco esos desayunos entre cereales y zumo de naranja, con el cuchillo de pala dándolo todo. Aún no he dado el paso de la cucharada, y mis esfuerzos hago para evitarlo. Es tradición untar el pan al gusto. Como diría Luis, un 'doble capa'... ya estoy salivando.

13 octubre 2012

Amar el ciclismo en tiempos revueltos

No amo el ciclismo porque Lance Armstrong demostrara ser un superhéroe, o porque Miguel Indurain nos hiciera soñar que los españolitos de a pie podemos aspirar a todo, o porque Perico Delgado fuera el más grande showman sobre una bicicleta, o porque Marco Pantani subiera los puertos cogido del manillar de abajo como si tal cosa. No. Amo el ciclismo porque con él he conocido personas, muchas personas, y lugares, muchos lugares.

Foto: Àlex Lara

El ciclismo es un deporte maravilloso que te lleva donde manden tus piernas y tu cabeza. Tú dices allá, y vas, y llegas, y entonces eres feliz. Tú dices con aquel, y vas, y hablas, y entonces entablas amistad. Eso es el ciclismo.

Todo la basura que engloba al ciclismo profesional en la época que nos viene, fundamentalmente, desde 1998 y el caso Festina, no es más que un compendio de capítulos de una batalla perdida. Nadie puede negar que no crea que, mucho antes de ese año, el pelotón estaba igualmente sucio, pero eso hay que demostrarlo. No podemos aspirar a pensar que el ciclismo actual, manchado en pequeñas dosis pasajeras, brille con gente sana (y legal), pero podemos aburrirnos con la desgracia de un espectáculo podrido, o pensar que una cosa es el show, y otra la realidad.


Foto: Àlex Lara

Y la realidad, para los que amamos el ciclismo –no es término baladí, sino puro, el del amor en este caso- es que seguiremos pensando que es el mejor deporte del mundo. Porque por mucho que haya desgraciados que nos hacen olvidar todas aquellas tardes de gloria, rabia y pena delante del televisor o en la misma cuneta animando como unos posesos, los que apreciamos eso de subir un puerto agonizando lo seguiremos haciendo porque simplemente creemos que somos unos privilegiados por poder escalar montañas, admirar ciertas vistas, enfilar descensos y almorzar con los amigos contando la batalla. Eso y mucho más es el ciclismo.

Así es que, amigos, nos podremos llevar las manos a la cabeza porque Pantani perdió el juicio, porque el mito de Armstrong se tambalee, o porque algunos de los que siguen pareciendo intocables aparezcan dentro de unos años con sus nombres en unos informes que publica fulanito de tal echando leña al fuego. Este deporte, sea o no con dopaje, estará lleno de monstruos como Merckx, Poulidor, Hinault, Coppi, Bartali, Bobet, Fignon, Berrendero, Bahamontes, Ocaña, Gorospe, Lejarreta, Rominger, Armstrong, Perico, Indurain, Jaskula, Ullrich, Pantani, Virenque, Riis, Contador y compañía.


Foto: Àlex Lara

Al final, lo que estaremos abocados a hacer, es ver cada carrera pensando: “Sí, tal vez este que ha ganado vaya hasta las patas, quién sabe, pero ojito al espectáculo que ha dado”. Sería, cierto es, una resignación muy dura, pero pasan los años y decepción tras decepción, no sé si al final la solución pasa por echar pelillos a la mar, ver lo que pasa por la tele, apagarla, y tras un etapón irte con tu tropa a darte candela sobre tu bici, a ver quién llega el último a la cima sabiendo que el gran dopaje que nos acompaña es el del bocadillo de lomo con queso y Coca-Cola de litro en el bar del pueblo más recóndito: nuestro ciclismo.

11 octubre 2012

De estreno

Ya lo tenemos aquí, y ya cumple su papel. Después de poco más de 10 años con más de 300.000 kilómetros, el Seat Ibiza TDi 90cv 1.900cc ha sido sustituido por un Peugeot Partner Outdoor HDi 110cv 1.600cc. Es un tanque, grande, grande. Y bueno, va como la seda, como no podría ser de otra manera.

 Esta foto es de hoy justo antes de empezar a entrenar y antes de que cayera una buena tromba de agua.
Esta foto es al dejarla para ir a trabajar, después de comer, y dándole el sol que antes no había.


08 octubre 2012

IV Campeonato de España de periodistas


Lo que tenían que ser unos primeros kilómetros de salida neutralizada, fue un fulgurante arranque a 40 por hora. Lo que se pactó una tregua inicial, se tornó batalla descomunal antes de tiempo. Y así, hasta el final, entre el cierzo y la estepa oscense.

Cierto es que me esperaba una guerra en campo abierto, pero no una de guerrillas, aquellas en las que no se plantan los ejércitos sobre el mapa y empiezan los mandobles, sino la de la escaramuza y el tiro certero, en plan maqui y sálvese quien pueda.

El primer trabucazo nadie sabe de quién fue, pero en aquella carretera estrecha donde, con el pacto en la mano, se debió pasar en comandita, nos lanzamos a 50 por hora siguiendo la rueda ¿de quién? El caso es que el petardo en el culo lo llevamos hasta el final, algunos aguantando los disparos, otros esquivando las bombas de racimo, y los más, dejando pasar las balas yéndose, maduros y calentitos, a la retaguardia.


El caso es que, en el primer paso urbano (Pompenillo), con arenilla, curva y badén todo en uno, añadiendo al pastel el corazón en la boca y las piernas como palos del susto, allá andábamos todos, o los que quedábamos de los 32 ciclistas plumillas tras la primera andanada, en fila india y maldiciendo la hora en que nos liamos en el brete.

Que se abriera la carretera a doble carril no hizo sino aumentar el problema, porque ya se sabe, que en guerra, tal vez guerra de guerrillas, el campo abierto es mal augurio, y allá los cambios empezaron a crujir, machaconamente, a cada ataque fuera por el flanco que fuera, que eran todos.

Andaban listos los que esperaban tregua. Ni media se les permitió a sus pulmones en aquel devenir de disparos, todos al aire, dicho sea de paso, hasta que Chema Arguedas (Ciclismo a Fondo) tuvo la venia de la tropa para tomar carretera y manta, y ahí os las den todas.


Fue el primer momento en que me vi en la punta de la lanza, y me dije, Rafa, que eres nuevo y estos saben lo que hacen: todos a rueda, con el novato en la punta del pelotón de unas 20 unidades sin saber si subir piñones o apartarse. No hizo falta, sin embargo, actuar de uno u otro modo, porque de nuevo disparos por doquier abrieron la veda, mientras Arguedas seguía su camino ajeno a la guerrilla.

Hubo más ataques, me atrevería a decir que más de diez antes de llegar al primer giro en Grañén, y en ese trecho fue cuando la veintena fue menguando. Recuerdo especialmente uno cuesta abajo, justo después de coronar un repecho, con los dientes chirriando, la cabeza doblada y los pedales desorbitados intentando, por lo que más quieras, que la rueda de delante no se te vaya. Sin embargo, fue iniciado el giro a derechas cuando, con el viento ahora en contra a toda vela, a la par que se daba alcance al fugado Arguedas, era su compañero de equipo José Vicente Gisbert, con aquel clásico ataque disimulado sin cambio de ritmo, sino cojo unos metros, me agazapo y adiós muy buenas, majetes, que se fue a por la victoria.


Se andaría, en ese punto, por el kilómetro trenta y poco. Hubo intentos de orden, y solo fue establecida la normalidad en aquel devenir de intereses propios cuando José Luis Rodrigo (Radio Huesca) echó la casta por la ventana y sentenció su camino enfilando el grupo, con Bernat López (Universidad de Tarragona) a su rueda exigiendo cuartel al resto, disciplina y uno detrás de otro en relevo firme. Pero nada. Allí, o había flaqueza, o mentalidad de zorro del desierto.

En aquel ir y venir de misiles, llegaba un punto clave que tenía yo marcado del día anterior en el reconocimiento: un doble repecho de esos que parecen insulsos, pero que empieza con una subida ligera aunque larga si vas confiado, se acaba en un falso llano de pocos metros, y se retoma después en subida que se atraganta, si has ido de picos pardos y no has regulado de inicio. Fue en ese momento en el que, entre el caos, me planté delante dando una cara que me podían haber partido, pero no tenía otra que mantener la posición si quería estar atento a la guadaña, dispuesta a cortar el grupo en ese punto.

Y así, en la primera rampa de ese doble repecho hubo ataque furtivo, y cuando nos lanzamos por enésima vez a la batalla, me giré cuando más sufría y pensaba que cedía, y vi que, detrás de mí, se abría un espacio de 2 metros, de 5 metros, de... “¡hemos abierto hueco!”, grité con un chute de adrenalina que casi me ciega, y entonces Lorenzo Ciprés (AIJC) añadió a pulmón “¡vamos, vamos, vamos, que se han cortado!”, y alguna corneta sonó a lo lejos que allí se arrancó para soltar lastre, habiendo como había, en la parte rezagada, figuras como la de David García (Team Movistar Press), campeón en 2010 y subcampeón en 2011.


Empezó otra guerra que era doble, porque en vanguardia andaba Gisbert mirando al frente y seguro de sí mismo, mientras en la retaguardia venía el peligro amenazando al fondo. Había que ir a por uno, y huir de los otros. El grupo de siete en el que me metí para milagro mío era un caos provocado por varios factores: por una parte, Sergio Palomar (Ciclismo a Fondo), como llevaba a su compañero Gisbert en cabeza, dijo aquello de Poncio Pilatos sobre sus manos; pot otra, Bernat López andaba derrochador y potencia a raudales, y mucho más de esto ofrecía el campeón de la edición anterior, Joaquín Calderón (Revista Atenea), que sabía también jugar las cartas con aquello de guardar la ropa; asimismo, José María Albalad (Universidad San Jorge) le imitaba, mientras que Ciprés y Adrián García (Eurosport) eran todo voluntad y garra. Entre aquellos toros, andaba sorprendido Rafa Mora -el que suscribe-, buscando el documento donde firmar aquella octava posición que ya soñaba, e intentando que su falta de fuerza a estas alturas de carrera, se notara lo menos posible.

Mis relevos eran nefastos. Aquello era para mí una salida de trinchera para buscar ganar la de delante, y entre medias perdía tantas fuerzas que, cuando llegaba al objetivo, necesitaba luego agazaparme y recuperar. No conseguíamos organizarnos, porque lo que para algunos era un relevo, para mí y algún otro era un ataque, y entonces la capacidad de reacción y continuidad en el trabajo relevista fue una utopía. A Gisbert se le veía al fondo de la recta, pero los kilómetros pasaban y parecía cada vez más claro el final.


Llegamos entre nuestro caos a falta de kilómetro y medio para la meta, dos a lo sumo, cuando la carretera tiene un último repecho que en paseo globeril no es notable, pero en carrera de guerrillas es morlaco. Gisbert iba ya consciente de su triunfo, mientras nosotros mirábamos más para atrás por si García, dolido en su orgullo por quedarse cortado, nos cazaba. El grupo de siete se fue resquebrajando pensando ya en el segundo puesto, esprint incluido, siendo el primero en ceder yo mismo, incapaz de seguir las ruedas entre aquel dolor de piernas. Tuve que medir distancias, mirar hacia atrás por si venía el de Movistar y asumir mi plaza, la octava, sin resentimiento ni venganza, porque yo lo había dado todo y entendía que aquellos compañeros de batalla estarían en las mismas.


Así es que puse el piloto automático, clamé paciencia a mis piernas, y crucé la meta más contento que unas pascuas habiéndome metido en una octava plaza que ni por asomo estaba en mi previsión. Y menos, con el permiso de los caídos en el frente, viendo la calidad de la contienda.


Todos nos lamemos las heridas, damos parte y recordaremos el informe de pros y contras, y el año que viene, sea en Ponferrada, en Huesca, en Gandía o en Chiquitistán de la Vega, allí estaremos de nuevo, dispuestos a parapetarnos y soltar misiles, si se tercia, por el bien de nuestras piernas, que son las que al final tienen la última palabra.

http://connect.garmin.com/activity/231175558

Clasificación de los 15 primeros:

1. José Vicente Gisbert (MotorPress Ibérica) 1.22.47
2. Joaquín Calderón (Revista Atenea) a 34 seg
3  José Mª Albalad (Universidad San Jorge) a 34 seg
4  Adrián García (Eurosport) a 34 seg
5  Sergio Palomar (Ciclismo a Fondo) a 44 seg
6  Bernat López (Universidad de Tarragona) a 44 seg
7  Lorenzo Ciprés (AIJC) a 58  seg
8  Rafael Mora (El Periòdic d’Andorra) a 1.06
9  David Garcia (Team Movistar Press) a  1.28
10 José Luis Rodrigo (Radio Huesca SER) a 2.39
11 Silvia Tirado (Radio Castellón) a 2.39
12 Luis Ortega (Prensa Fed. Baloncesto) a 6.03
13 Jordi García (Colegio Periodistas) a 7.16
14 Raúl Torres (Agencia Ketchum) a 7.16
15 Jesús Pena (EFE Huesca) a 7.21

 Los campeones de las diferentes categorías.

04 octubre 2012

Alternativas 'gorrindongas'

En estos días de entrenamientos sistemáticos y alejados del concepto deporte-disfrute, no hay nada como llenarse de mierda, retozar por el suelo y hacer el gorrindongo todo lo posible y más. Eso sí, corriendo. Este Javi prepara la maratón de Valencia con dignidad.

28 septiembre 2012

Albert Llovera

Albert Llovera es ese hombre que va en silla de ruedas desde hace casi veinte años por un accidente de esquí, que hoy tiene una ortopedia, es piloto de rallis en el Campeonato de España pero lo ha sido durante muchas temporadas en el Mundial, y que además es andorrano, por lo cual tenemos contacto asiduo con él por ser deportista y, sobre todo, accesible y atento.

Es una persona admirable por lo que hace, pero cuando hablas con él cara a cara percibes multiplicada por mil la emoción que pone en cada cosa. Él aporta una imagen de vitalidad extraordinaria pero por dentro lleva sus problemas. De vez en cuando, sin embargo, se sincera y te cuenta las heridas que se hace en las piernas y que no nota, los dolores en la espalda y en los brazos por el continuo esfuerzo, las sesiones de fisioterapia, los tratamientos, los espasmos, las visitas a los médicos, las dificultades para ir a mear incluso para mantener relaciones sexuales. El aprendizaje que le ha supuesto todo, que le supone y que le supondrá, porque la vida sigue.

Siempre te saluda con una sonrisa, y no pocas veces le he notado emocionarse. Un ejemplo fue el Ralli de Finlandia de 2011 correspondiente al Mundial. Sus dificultades para competir en una prueba así son económicas y por ende también logísticas, así es que el hombre para esa edición se buscó la vida como siempre hace -una vez, en su despacho, le hice una entrevista mientras contestaba correos para gestionar su participación en el Ralli de Alemania-, subió a su coche de serie, cruzó media Europa, cogió un ferry en el mar del Norte y apareció en Finlandia donde su equipo. Para competir.

Aquel esfuerzo lo hizo solo, conduciendo de día y de noche para llegar al destino, y después, ponerse de nuevo al volante. En Finlandia las cosas no fueron bien, tuvo problemas mecánicos y lo pasó fatal, porque el coche no le permitió hacer nada o casi nada en una carrera que es para él el no va más de las carreras, con aquellas pistas y aquellos cambios de rasante y aquellas curvas que le emocionan al derrapar.

Lo llamé desde la redacción del periódico mientras él volvía a Andorra, de nuevo conduciendo su coche, y triste por lo que había pasado. En la conversación, acabó por callar por un momento y escuché que lloraba. Estaba dolido con la prensa por un malentendido en el que creyó que se decía de él que había ido a Finlandia a ser último, cuando la intención del medio no fue esa y ni siquiera se dijo eso, pero él, desde la distancia, no tenía manera de comprobar que no era así, se hizo una idea equívoca del asunto y estaba dolido. Tan dolido que explotó, por eso y porque las cosas no habían salido bien pese al inhumano esfuerzo de cruzarse Europa entera en coche, coger un barco de 10 horas y plantarse en la línea de salida para que luego la mecánica dijera hola, no estoy.

Vi entonces al Llovera luchador que sabe rehacerse, porque mientras le escuchaba entre lágrimas e intentaba consolarlo y animarlo, yo estaba convencido de que él saldría una vez más de esta. Es una persona tan alegre, tan feliz, tan sumamente entregada a lo que hace, que saca provecho de todo lo bueno que puede recibir de lo que hace.

Hace poco vivió la grandísima alegría de ver a su hija Cristina debutar en unos Juegos Olímpicos. Fue en Londres, donde con 15 años se plantó en las series de los 100 metros lisos sin desentonar, a poco de batir su marca personal, y ante 60.000 personas en el estadio, y millones a través de la televisión, entre ellos su país entero emocionado al verla.

Al hablar con él sobre aquella experiencia olímpica de su hija, volvió a emocionarse. Era un padre orgulloso, un hombre que también fue olímpico en Sarajevo'84 en esquí alpino, igual que la madre de su hija, Claudina, que compitió también en esquí en Calgary'88. Era una familia olímpica al completo en aquel estadio londinense ya abarrotado a primera hora de la mañana. "Abrazé a mis padres como si se acabara el mundo", me dijo la jovencísima Cristina cuando le pregunté por aquellos momentos. Una persona que ha heredado de Albert un espíritu feliz. Podéis comprobar lo que digo viendo "Las Alas del Fénix", documental que se le hizo hace unos años.


24 septiembre 2012

Duatlón Ordino-Casamanya

Un via crucis, en sentido metafórico y real, es un calvario. La palabra calvario tiene una connotación negativa, de sufrimiento. Sufrimiento es lo que pasa el cuerpo cuando le das mucho tute, pero si ese sufrimiento es buscado y, por tanto, al final del esfuerzo, placentero, la satisfacción es lo que queda. Y el fin de semana fue exactamente eso. Duatlón sábado, triatlón domingo. Aquí, la crónica del duatlón.

La salida: los buenos, delante.

El sábado el Duatló de Ordino-Casamanya fue el primer plato. Diez kilómetros de bici por el puerto de montaña del Coll d’Ordino a una media del 8% de pendiente, a tope, y luego más explosivo aún, subir a pie desde los 1.800 metros de altitud hasta los 2.740 en dos kilómetros y pico, por pura montaña andorrana hasta el Casamanya. Total, un desnivel de 1.400 metros.

Sara Garcia me alcanza, me pasa y se va.
 
Con la bici fui de más a menos, claramente. Empecé con unas sensaciones geniales, incluso adelantando a algunos que son, indiscutiblemente, mucho más rápidos que yo. Luego vi una rueda buena a pocos metros, y me fui a por ella, pero al alcanzarla me di cuenta de que iba justito. Empecé a pasarlo mal, y perdí comba. Sufría mucho por mantenerme, y al final, lo típico: cedes un palmo, dos palmos, un metro, y ya estás fuera de juego.

 En esta imagen, Verónica Villar, que fue la tercera mujer clasificada.
 
Las bicis reposan, después del primer esfuerzo.

Visto lo visto, subí piñones, decidí regular las pulsaciones, y me puse a subir sin prisas, pero sin pausas. Antes de coronar, algunos de los que había adelantado al principio, ya estaban delante de mí.

En la transición lancé la bici a los de la organización, que te la piden a grito pelado. Brinco aquí, brinco allá, cogí zapatillas y bastón y para arriba a correr. “No me adelantes”, le bromeé a uno. Sin dudarlo, en la primera pendiente dura entre el bosque, me pasó y adiós muy buenas.

Calzándome y diciéndole a Jaume: "No me adelantes". No me respetó...

Hice la ascensión con ritmo fuerte, trotando cuando me daba la gana porque me notaba vago, y sobre todo cuando se podía, que no era siempre. Al principio, por el bosque, aún se puede correr por la senda, pero después llega la primera pared, que conecta con la segunda, la tercera y luego la cuarta, y ahí vas lo que vas, y si vas.

Aquí la senda entre el bosque, camino de la primera pared.

Edu Barceló, un fenómeno, dándolo todo en la primera parte dura.

Me cogió Sara Garcia, una valenciana que me presentaron hace un año en las fiestas de Alfarrasí y que entonces me dijo que se iba a vivir a Andorra con su novio. Los dos, él tirando de ella, me saludaron mientras yo les daba palique en aquella ascensión. “Después hablamos”, dijo ella, “que ahora no puedo”.

Noel, novio de Sara, justo al pasarme... yo voy resignado y feliz.

Era una cuestión de mentalidades, claro, porque ella iba a ganar en mujeres, y lo hizo, mientras que yo estaba en ese punto en el que piensas que, más pronto o más tarde, llegas a la meta. Sin estrés.

Al final coroné en el puesto número 20 de 36, con 1h 28min 59s, tres minutos peor tiempo que mi mejor registro de hace unos años. La bajada hasta el coche, donde esperaba la Pepa, que había estado viendo la carrera por la montaña y animando como siempre, fue un auténtico placer por aquellas sendas.
El podio masculino y femenino, con las 'autoridades'.

Y es posible que pienses, que menudas bestias, que qué barbaridad. Pues te informaré que en la foto de arriba, el de la izquierda es el señor ministro de Turismo de Andorra, que participó con honor, todo sea dicho, y el de aquí abajo justo es un mito de 75 años que ni mucho menos quedó el último. Baldomer Vallverdú. Si no lo conoces, deberías, porque entonces pensarás que el mundo está hecho para disfrutar dándole al cuerpo y a la mente lo que le pida y con la moderación adecuada. Un ejemplo.
Baldomer Vallverdú, con sus 75 años y a todo tren: 1h 48min.
 
 

21 septiembre 2012

Crónica del Triatlón Olímpico de Valencia: Del pánico al gusto

Tuve pánico. No era una cuestión de miedo sutil ni malestar general, sino horror. El agua, el mar, las bofetadas, la lucha submarina. Ese es un momento muy estresante. Demasiado. Estuve pensando mucho en ello, mentalizándome y asimilando conceptos, poco a poco y sin prisas, evitando los nervios cuando pretendían volver a la cabeza, y entonces concluí que el tiempo daba lo mismo, que lo importante era salir del agua, y luego luchar. En una palabra: sobrevivir.

En la cámara de llamadas me encontré con Fran Escudero, excompañero de Superdeporte. Incluso en aquel momento de mútuos ánimos, pensé en buscar un baño. Tenía una pelota estomacal de tres pares, con el corazón a mil y la boca seca. Ese momento de calor corporal rodeado de nerviosos triatletas como tú, pidiendo clemencia a los jueces, que se dejen de discursos y nos envíen al agua.



En el agua. Todos en fila, como aparcados en batería en la línea de salida antes de los 1.500m. Esperando el bocinazo. Yo, en la parte más alejada, casi solo, pegado al muro exterior, allá donde unos agujeros enormes en el hormigón algo dicen pero no escucho, con los pies colgando abajo, en la oscuridad del mar profundo. Pataleas, coges aire, respiras, te dices ya estoy aquí, no hay marcha atrás, y tras el bocinazo saltas en el agua y te pones a nadar.

Ritmo. Pausa y calma y posición. Ritmo. No mires, no pienses, no sufras. Nada. Nada como sabes: la mano cerrada, el codo, la caída del brazo, la fuerza de los hombros, la espalda, los pies lo justo. No gastes. Nada. Sigue esos pies de delante, aparta esos que tienes al lado. Nada. Cuando ya has cogido el ritmo, entonces levanta la cabeza, busca la boya amarilla, analiza si vas bien y sigue nadando. No sabes si la línea que llevas es la más recta, pero confías, y entonces buscas unos pies que lleven tu ritmo, y los sigues, y te pones detrás y entras en la inercia, alcanzas la boya y giras a la derecha, y buscas la siguiente, al fondo, en diagonal, rectifica la trayectoria, y sigue nadando, olvídate del tío al que has pegado, ignora al que te ha querido hundir para ganar la posición, elimina el entorno y nada.


En el siguiente giro, recta final y el barco de referencia, justo después la salida del agua, la rampa bendita. El barco se hace largo, los metros de eslora no se acaban, y lo sigues viendo, y observas al público que anima en el dique, los gritos los intuyes, los aplausos los sientes, y sigues escuchando el ritmo de guerra del agua en tus oídos, tu respiración sorda y el chapoteo y piensas ya está, no era para tanto.

La primera transición. Te agarras a la rampa en postura indigna, a cuatro patas para salir del agua, te yergues como puedes y luchas contra el mareo. Coges aire mientras te quitas gorro y gafas, pasas por la ducha que sabe a gloria y esbozas media sonrisa al público que anima. Como puedes, llegas a tu bici, te calzas el casco, las gafas, las zapatillas, metes el medio plátano en el camal del tritraje y sales disparado al trote. Allá en la línea que marcan los jueces, saltas sobre la bici y piensas: ahora, a muerte.



La bici. Son cuatro vueltas de 10km, salgo ávido de guerra, rabioso y encendido. Sangre en los ojos, boca abierta y, objetivamente, dándolo todo. No hay más. Pienso por un momento que el ritmo es demasiado alto, que la carrera a pie de después se me hará un infierno, pero admito que lo será de cualquier forma, así es que sigo al ritmo de loco. La cadencia de pedaleo no es la mía, habitualmente alta, sino espesa y baja, dando palazos al plato grande, agarrado al bajo del manillar y posición fija. Pam, pam, pam, pam. Adelanto grupos y nadie se pega a rueda. Voy como una moto. Sigo pensando en cada curva, en cada recta, en cada puente, que debo ir más rápido porque mis amigos, que han salido con los federados, irán en grupos buenos y por tanto más rápido que yo, que preveo, según veo en la primera vuelta, que me comeré los 40 kilómetros de ciclismo solo y sin relevos.



Paso a un tío que se me pone a rueda. Lo admito y sigo, pero en un momento de flaqueza le exijo un relevo. Me grita que no puede, algo de un radio roto, y cuando alcanzamos un grupo, me dice gracias, que yo me quedo aquí. Del grupo, nadie me sigue. Sigo pensando que al final, palmaré, y le doy unos golpes a las bielas que me hacen pensar en posible avería. Martillo hidráulico por doquier, sin medias tintas, siempre a tope. 38, 39, 40, 41, 42km/h, manteniendo ritmos, gestionando curvas a la perfección, muy concentrado, muy exigente, ¿demasiado?, pienso. Puede, pero ya se verá.


A tres vueltas para el final me pasa un ciclista. Lo dejo ir porque solo pienso en mi esfuerzo, en aquella brutalidad de pedaleo que Raúl tantas veces me ha enseñado. Cuando se me va dos, tres metros, reacciono y me exijo coger la única rueda que me ha adelantado. Si la sigo, es buen negocio. La cazo en esprint forzado, aguanto detrás intentando bajar pulsaciones y, cuando recupero, intuyendo miradas del tipo de refilón hacia atrás a ver qué pasa, le doy un relevo y le digo, venga, vamos, juntos. Él, que resultó ser Nacho Gutiérrez (exciclista profesional), asiente y nos compenetramos, pero duramos juntos media vuelta, porque en un paso de curva adelantando un grupo, se me escapa entre el tráfico y recuperar lo perdido es una quimera.


Sigo a lo mío, con la locomotora quemando leña a ritmo de ¡más madera, más madera! Continúo sorprendiéndome por adelantar grupos en los que detecto gente de calidad, o al menos en apariencia, y ninguno hace el ademán de seguirme. Tanto mejor, menos lastre, pienso, aunque reconozco que las piernas agradecerían un relevo. Me pongo a rueda de un grupete para tomarme un respiro, saco el medio plátano, me lo como, y mientras mastico, bajo dos piñones y cambio el ritmo. Nadie a la sombra.


Así ando, pensando constantemente que mis amigos irán más rápido y exigiéndome, por eso, siempre un punto más, cuando en la parte final de la tercera vuelta alcanzo a Nacho Gutiérrez, quien se me había escapado. Al verme llegar por detrás me indica con la mano que me ponga a rueda. Le grito algo que significa conformidad y que no recuerdo, y nos ponemos otra vez al lío. En la recta de meta, donde más público hay, se emociona y me lanza a más de 45km/h, y le grito “¡me estás soltando!, ¡me estás soltando!”. Se gira, me mira, reduce, y le doy un relevo que será el último, porque el tío va en AVE y no me llega la madera para tanta potencia. Se va irremediablemente. Me pregunto, ya que en ese momento no sabía quién era, ¿quién coñe es este animal? Lo tengo a diez metros por delante, cojo un grupo que va a buen ritmo y les pido que vayamos en orden a por ese, que es buena rueda. Dos de ellos me miran pero no reaccionan, y los otros cuatro o cinco ni levantan la mirada. Viendo el percal, salto sacando fuerzas no sé de dónde y me voy a por Gutiérrez.


No lo alcanzo, pese a los palazos que voy pegando, y viendo el percal decido seguir pasando gente como si fuera un loco. A media vuelta de acabar el sector de ciclismo, bebo, pongo el bidón en el sitio y el portabidones se parte, se cae y me deja seco. No importa, pienso, esto ya está.

Segunda transición. Trote hasta la posición, me pongo calcetines y zapatillas, para lo cual me siento. Suelto casco, giro el dorsal y salgo. ¡Mierda! Me he dejado la gorra y hace un sol de narices. Asumo el error y sigo corriendo. Salgo de la transición y las piernas avisan: chaval, vas a flipar.

Correr. La sangre no fluye, la respiración se calma, el ritmo es bajo, pero los pies no se levantan dos palmos del suelo. Las rodillas trabajan, pero sin técnica ni brío, y el ritmo que hay es el que debe asumirse. Así, veo en contradirección a Patxi, a Borso, a Samu y a Javi, y a la segunda vuelta detecto que no solo no gano tiempo con ellos, sino que pierdo. ¿Acaso esperaba otra cosa? El ritmo infernal de la bici lo ha hipotecado todo, así es que ando tirando de inercia. Samu me saca tiempo, Borso no lo sé porque su cara es un poema, Patxi ni hablamos, y solo veo que Javi, al que alcanzaría más tarde, va tocado. 10 kilómetros son tantos como para hacerse eternos.


Se acaba. Llego al final y al atravesar la meta están mis padres y mis tíos. Me abrazan, me besan, me animan. Estoy empapado en sudor pero les da igual, me gusta, cojo aire, les cuento, me cuentan, hablamos, qué bestia, qué bueno, qué tal, qué bien. Veo a mis amigos, los saludo y oigo que Patxi ha quedado quinto. Estoy tan débil que me hundo emocionado. Lloro como un crío, algunos ríen, otros no lo entienden, otros me abrazan, pero es que ha quedado quinto, amigo, deportista, exigente y con una clase de grande. En lo único que nos parecemos el resto a él es en que somos valientes. Y otro triatlón olímpico a la saca.

05 septiembre 2012

Abrazo perruno

Lo mejor sería tener una imagen, pero intentaré ilustrarla de la mejor manera posible. El hombre está arrodillado en el suelo abrazando a su perro negro de talla mediana, que se levanta sobre las dos patas traseras y envuelve a su amo con las delanteras. Lo que le dan, claro. Se mantienen en esa posición de abrazo sin mover ni un músculo, estáticos, durante un buen rato. Cuando digo un buen rato, digo, como mínimo, el tiempo que tardo en aparcar con una sonrisa al verlos, entrar en casa, recoger la basura y volver a salir a la calle para echarla al contenedor, y allí siguen en idéntica posición, con aquel abrazo.

¿Qué piensa el perro? Que le quieren, supongo. ¿Qué piensa el amo? Que le da cariño al animal, entiendo. Es una imagen tan preciosa que si los vuelvo a ver, les haré una foto. Y ya aviso, que los suelo ver habitualmente en esa postura. Tal vez sea como un ritual, en el que él saca a pasear al perro y al final, o antes, se produce ese momento de amor, tal vez como premio. Quién sabe.

03 septiembre 2012

Los nervios previos a un triatlón


Queda menos de una semana para el triatlón olímpico de Valencia. Tengo unos nervios importantes, pero ahora debo dedicar los días que quedan a relajarme, a pensar en disfrutarlo, a acabar.

Pero es mentira. Saldré nervioso porque tengo miedo a ese agua negruzca y a tanta gente a mi alrededor queríéndome pegar, ahogar o entorpecer por ganar una posición como si les fuera la vida en ello. Tengo miedo a ese momento previo a saltar al agua, con unas ganas de echar a correr en dirección contraria -buscando un wàter, para qué engañarnos- y tengo miedo a los morlacos federados que saldrán justo después.

No quiero que Patxi me alcance, aunque será imposible. Tampoco quiero ver ni en pintura a Borso, Samu y Javi. De hecho, el objetivo es ganarles tiempo, y no al revés. Pero habrá que administrar.


El tema es que sé que cuando tenga ese momento de crisis dentro del agua a mitad de carrera, en el que veo que estoy muerto y no tengo fuerzas para seguir, mi cabeza segregará la información necesaria, que en ese caso es dejarme claro que solo hay que sufrir un poco más, diez o quince minutos más, y entonces vendrá la bici. Y aquí habrá que disfrutar.

El problema es que la querré hacer a tope, y dudo mucho que tenga capacidad para ello. Hace tiempo que no me pongo a fondo con ella, la tengo un poco olvidada y los dos puentes que habrá que superar se me van a hacer eternos. Será duro, porque tendré que luchar contra garrapatas y remolones, y además porque no haré ni caso a aquellos que me dicen "no gastes, que luego viene la carrera a pie".


La carrera a pie, cuando venga, será como siempre, es decir un sálvese quien pueda. Ni ritmos ni historias, sino pensar en sumar y sumar lo que den las piernas -será poco- para llegar a la meta.

Es una pena, por otra parte, que por el hecho de no estar federado no podré competir mano a mano con Patxi, Borso, Samu y Javi, sino que tendré que plantearme la carrera como una contrarreloj de principio a fin, ya que ellos salen cinco minutos después. En cuanto uno me alcance, quedará claro que recuperar el tiempo perdido con él será imposible.

En realidad, solo con poder tener la media hora posterior para que cada uno cuente su batalla personal, habrá valido la pena ir, sufrir y competir.

31 agosto 2012

Pisar la nieve por primera vez

Esto es lo que pasa si eres perro, no tienes ni un año de vida, estás lleno de energía y pisas la nieve por primera vez. Es como si estuvieras tan tranquilo paseando y de repente empezaras a decir: "Uauuuu, alaaaa, jajajajaja, guayyyyy, uuuuuuuuuuuuuuuuuh, aaaaaaaaaaaaah, eeeeh, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf, babauuuuuu, yiiiiiiiiihaaaaa, yiiiiiiiiihaaaaa, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf".

Y tan feliz, el tío Arco.


29 agosto 2012

Toparse con el Barça de baloncesto

Es un gimnasio tranquilo, un lugar donde por la mañana te encuentras al monitor y a dos o tres madrugadores como tú que, tal vez, o no tienen trabajo o como es tu caso lo tienen a otras horas, y allí todos nos conocemos. Así es que si estás haciendo estiramientos y de repente oyes un hola buenos días de unos cuantos tíos de dos metros, pues entonces te sorprendes, y más si esos mendas son los jugadores de la primera plantilla del Barça, con estratosféricos jugadores como Jasikevicius o la 'Bomba' Navarro. Eso ha pasado hoy en el gimnasio de Encamp (Andorra), y seguirá los próximos días porque están de pretemporada.


24 agosto 2012

Cagalera nocturna

Por muchos es conocido mi absoluto terror a la oscuridad. Intento combatirlo con medicina dura, esto es, corriendo por la noche, pero la de ayer fue demasiada. No es la primera vez que lo hago, pero sí es cierto que siempre, hasta ahora, había sido por terreno, digamos, más que conocido. Para que se me entienda, que antes lo hacía en Andorra en una zona que es como si lo hiciera de noche por el río de Valencia, cosa que no es terrorífica ni mucho menos, pero esta vez ha sido por el medio de un bosque, con la sola presencia, o eso creo, de mi respiración, mis pisadas y mi foco en la frente para intuir, que nunca saber, dónde piso en plena senda.


La primera parte, mientras aún se ponía el sol, ha estado marcada incluso por alguna presencia humana que, la verdad, tomaba las de Villadiego dirección a los coches y abandonando la montaña en su soledad nocturna. Así pues, poco a poco por aquel camino me he ido quedando solo, hasta que ya ha sido demasiado tarde envuelto en una oscuridad que, bien mirado, me helaba la sangre. Como tenía que hacer minutos de rodaje, he seguido la ruta en recto, dirección a Coll Jovell, y entonces primero me he metido en un túnel de roca, estrecho y bajo, de donde me ha salido un murciélago atraído, supongo, por la luz del frontal, que se ha llevado un grito mío de loca desesperada que aún retumba en aquellas paredes. Mis pulsaciones, en ese instante, han pasado de 135 a 150, y las he mantenido con el susto en el cuerpo hasta el final del camino, donde un merendero, la sombra de una tienda de campaña que hace tiempo vi y hoy no estaba pero yo me imaginaba, y una meada de puro nervio han hecho concebir un camino de vuelta urgente.

Entonces he empezado a ver las típicas sombras que no son nada más que figuras ancianas en mi mente. Entre árboles veía cosas, y si me paraba oía sonidos extraños. Es todo en su conjunto la magia de los bosques, pero a mi cabeza llegan otras señales, como animales feroces, asesinos sedientos de sangre y gente dispuesta a darme un susto de tres pares de narices.


Intentaba concentrarme en mi trote, levanta las rodillas, evita tropezar, así, recto, cabeza erguida, paso firme y fino, por favor, pero mi cabeza de chorlito volvía a la jugada, viendo guadañas y jabalís donde seguramente había una paz descomunal. Al final, al llegar al coche, intentando recuperar el ritmo y bajar pulsaciones para acabar la sesión, he visto algunos destellos entre unos árboles. Con el coche al lado, me he acercado a él por si tenía que subirme raudo y poner quinta cuesta abajo saltándome la burocracia de la primera, la segunda, la tercera y la quarta marcha.

Y de repente, voces. Ya tenía yo un canguelo de aquí te espero cuando un buenas noches sencillo, de hecho cansado, me ha devuelto al mundo de la verdad. Perdona, ¿pero sabes por dónde se va al Llac d'Engolasters? Tres focos me alumbraban y el mío en batalla contra ellos, enfrentados, parecía de broma. Pues todo recto, compañeros. ¿De dónde venís? De todo el día, balbuceaba la chica, los tres mochila inmensa a la espalda. ¿Y una fuente hay? Aquí al lado. Y entonces a los tres mendas les he indicado el camino, les he dicho que bueno, si quieren acampar, cerca del lago tendrán algo plano donde instalar la tienda, y nos hemos despedido.


Entonces me he quedado pensando qué haría yo en la situación de ellos, acampado en la soledad de entre los árboles, con el runrún del agua a tu alrededor confundido, quien sabe, con el runrún de una motosierra cortacráneos en manos de un desaprensivo. Imposible. No podría. Me pasaría la noche mirando el techo de la tienda, deseando estar fuera pero sin embargo dentro, porque más allá de esas telas solo vería ojos que no ven entre los troncos, rojas las pupilas, y sin embargo dentro de ellas me los imaginaría escrutadores del enemigo, sedientos de mal.

Y lo veo claro: no tengo escapatoria. Mucho tendría que avanzar mi neurosis para conseguir pasar una noche entre aquel silencio. Llamadme miedica, que tampoco me sienta tan mal.



19 agosto 2012

De aquí al infierno

Después de unos cuantos análisis de situación, el final del verano y el principio del otoño quedan como sigue:


9 de septiembre: Triatlón olímpico de Valencia (1.500x40x10)

 

29 de septiembre: L'Etape Barcelona-Andorra, 224km, emulando la etapa del Tour de 2009. http://www.letapebcn-and.com/  


7 octubre: Campeonato de España de ciclismo en ruta para Periodistas. Huesca. 50km.


CAMPEONATO DE ESPAÑA DE CICLISMO PARA PERIODISTAS por ciclismociclistas

21 de octubre: Medio Maratón de Valencia. 21km.

16 agosto 2012

Maneras de vivir

De vez en cuando, la gente de mi alrededor me acusa de huir de las responsabilidades de la vida. Mi respuesta, sincera, es que sí, que huyo de ellas. Cada uno tiene su manera de ver la vida, y la mía es la de ser feliz mientras pueda, haciendo lo que quiero y huyendo, por supuesto, de cualquier cosa que sea un dolor de cabeza. Siempre, claro, en la medida de las posibilidades.

Puedo explicar cuál es mi sentido de la vida, pero no puedo aspirar a que la gente lo entienda. Hay gente que decide dedicar su vida a la religión, los hay que viven por y para tener y criar niños, los hay que no ven más allá de su trabajo, los que viven en un pueblo muy pequeño sin ninguna salida al exterior, y los que viven en uno un poco más grande, como los hay que no son personas si los sacan de su inmensa ciudad, o los que aceptan la sociedad cerrada que se crean, y los hay que piensan que lo mejor es separarse del mundo y refugiarse en la soledad.

Creo que soy un privilegiado, pero también es eso lo que siempre he buscado con mucho esfuerzo. He querido tener un trabajo y estrujar el tiempo libre con el disfrute de todo lo demás que me pueda gustar. No he elegido tener ciertas responsabilidades, porque no las quiero. Es así de simple. Al que no le gusta mi manera de vivir o de pensar, no tiene ni por qué esforzarse, puede seguir pensando que soy un vivalavida o que paso de todo, pero insisto en la idea de que vida no hay más que una, y si alguien se la quiere llenar de marrones, está en su derecho, pero no es mi caso.

Un día me metí en un piso que, afortunadamente y de momento, no me cuesta pagar, pero del cual me desharía sin pensármelo dos veces solo por el hecho de no tener la responsabilidad de tenerlo a mi cargo. Es un ejemplo de las responsabilidades que he decidido que no quiero tener.

De entre esta manera de ver las cosas, sale quien tilda el tema de falta de madurez y dejadez, y como en mis manos no está hacerles cambiar de opinión, pues ahí queda. Donde unos ven dejadez, yo veo una vía que no quiero coger, y lo que unos ven falta de madurez, veo simplemente una mentalidad de disfrute continuo, de cada día, y si puede ser, de cada hora. Que, al morir, pueda decir que fui feliz.

Mis responsabilidades de hoy en día son tener un trabajo y sobre todo mantenerlo, y a partir de ahí, crear alrededor una estructura de vida en la que, efectivamente, la felicidad sea el centro del universo: con las menores responsabilidades posibles. ¿Cuál es el problema?

Me gusta el mar, la montaña, el deporte, mi mujer y mi ambiente. Esa es mi vida y mi sueño. No hay mucho más. Qué triste y qué pobre, se podría decir, pero tanto como quien decide dedicar su vida a dios, a criar cinco hijos, mantener dos coches a su cargo, mil gastos pendientes, seguros de todo tipo que pagar y un piso inalcanzable. El concepto de irresponsabilidad es muy relativo.

07 agosto 2012

Te propongo disfrutar de la noche


Te invito a pasear en bici por la noche por Valencia. De verdad, pruébalo. Cenas, y luego en vez de irte al sofá a ver la tele con el calor que inunda tu casa, sacas esos hierros que tienes por ahí y sin ánimo de nada más que relajarte, pedaleas sin rumbo fijo, a 10 por hora, a 12, sin esfuerzo. Hazme caso, que a esas horas es tu bici tan feliz que ella misma te guía.

Te puedo poner un ejemplo rutero sencillo, no demasiado largo y extremadamente relajante. Puedes conectar por cualquier zona con el río, ya vengas del norte o del sur, del este o del oeste. Te unes al viejo cauce y sigues por arriba (puedes ir por abajo, claro, pero se trata de aprovechar por donde el tráfico da una tregua a esas horas), y entonces buscas el centro por la vía que quieras.



Te propongo que te metas por la plaza de Tetuán, pero también puedes ir por la calle Sorní, o por el carril de Navarro Reverter. En cualquier caso, llegas a la Glorieta, la observas y la mimas con los ojos (si es lo bastante tarde, por ejemplo pasadas la una de la madrugada, tal vez incluso puedas comprar la prensa del día siguiente, recién salida del horno, al jefe de la furgo que allí se instala), piensas en aquellos árboles centenarios de troncos enraizados, y subes por la calle la Paz con la brisa que te da en la cara.

Te oyes a ti mismo, con ritmo suelto, a tu bici y la cadena suave, acompasada, zis zas, zis zas, dejando caer el cuello, relajando la columna vertebral y sintiendo el leve traqueteao del asfalto. La cabeza suelta, mirando a los lados, hacia arriba, las casas modernistas, las fincas preciosas como joyas, y llegas a la plaza Redonda y la volteas, despacio, silenciando el ambiente.



Te absorbes todo aquello y si te ha gustado, bajas de nuevo por la calle del Mar para remontar una vez más por la Paz, y repetir. Recuerda que se trata de gozar, y entonces lo haces, y cuando llegas al final buscas la plaza de la Virgen, y en aquel suelo brillante te dejas llevar hasta el palacio de la Generalitat y el corazón del barrio del Carmen.

Te ruego que te sientes un rato en la misma plaza, si es posible alejado de la fuente para escuchar mejor el ambiente. Observa a los skaters que hacen sus filigranas ahora que la ley, a esas horas, hace la vista gorda; sigue con la mirada a las hordas de turistas que van al acecho del triunfe nocturno; y cuando hayas cogido aire, decide sin más culebrear por el Carmen.



Te pido que te pierdas y lo hagas con calma, mirando portales, fachadas y refugios de parejas ardientes. Mira hacia arriba y deleita tus ojos con algunas balconadas, fincas de piedra vieja anaranjadas por la luz de las farolas. Siente el fresco de la noche e intuye los ecos lejanos de algún grupo de amigos que sale a tomar algo, persigue un poco sin querer a alguna pareja y mira cómo disfrutan de la noche agarrados de la cintura pensando en si seguir en ese momento de placer o dar el siguiente paso.

Te dejas ir y te abandonas, y cuando se te haya ido el santo al cielo, busca la salida por detrás de las torres de Quart. Entonces enfila hacia el Botánico, sigue recto y cruza Fernando el Católico, sigues dirección Mislata y llega si quieres, y si no te aporta nada, gira de vuelta dirección al mar, paralelo al río por la Pechina, en camino recto hacia el IVAM, las torres de Serrano y, si te apetece, antes puedes saludar a la pequeña Na Jordana.



Te quedas en las torres de Serrano unos minutos, te asomas al foso y miras las dos moles allá arriba, y si tienes suerte acompañas todo eso con la guitarra de alguien que, a esas horas, encuentra una acústica especial bajo el arco de entrada. Puedes incluso sentarte en uno de los bancos y escucharlo envolviéndote en el ambiente.

Te vuelves hacia casa escogiendo el camino, por calles que conozcas y, por qué no, por las que no suelas pasar, y te pones en manos de tus piernas relajadas, sintiendo el viento fresco que te ha acompañado durante este agradable paseo. Entonces alcanzas tu portal y bajas de la bici.

Te puedes ir a la cama sabiendo, efectivamente, que dormirás una hora menos, pero tengas trabajo o no al día siguiente, seguro que te levantas de otra manera. Eh, y si no te apatece hacerlo solo, llámame o escríbeme un correo, sin miedo (dameunrelevo@yahoo.es), que yo te acompaño. Te diré que sí seguro. Siempre podemos cerrarlo con una cerveza o un helado en una terraza.

¿Te apuntas? Venga, podemos quedar ya, si te apetece, las noches del martes 7 y miércoles 8 de agosto, los dos días. Estaré a las 23.00 horas en la isleta del medio de la entrada a la Alameda desde la avenida de Aragón, al lado de la fuente. Yo te espero. Y si somos más de uno, tanto mejor para la conversación.