21 mayo 2012

Animando en la Siete Picos

Subimos al coche que habíamos aparcado a 2km de la cima del pico de Chera e hicimos el trayecto a meta adelantando ciclistas poco a poco y dando bebidas en marcha a los que querían. Subiendo el último puerto, el de Requena, alcanzamos de nuevo a Carlos y Toni y nos mantuvimos detrás, en primera y segunda, sin molestar. Carlos iba muerto, seseando, viento en contra, con la rueda de delante moviéndose mucho prueba de una trayectoria irregular, vacilante, dudosa. Entonces, saqué medio cuerpo del coche y empecé a gritarle ánimos, mi padre y mi hermana (al volante) iban también gritando dentro del habitáculo, y Carlos dio un respingo, enderezó la bici y empezó a subir como si una fuerza extraña lo empujase. Iba a cola de un grupito y empezó a adelantar gente, se puso a rueda de su hermano Toni, que fue siempre durante todo el día su fiel escudero, y este lo llevó en volandas hasta la cima, con nosotros gritándole al gregario y al cuñado todos nuestros ánimos. Fue un momento mágico. Muy especial. Monumental. La conjunción del deporte, del sufrimiento al límite con el dolor, de los ánimos y de la emoción de tener a su mujer, a su suegro y a su cuñado detrás de él soltando todo el apoyo posible con la garganta y las palmas de las manos. El poder de la mente y la ilusión.

Mi padre, mi hermana, el perro y yo nos arreamos una mañana memorable siguiendo la Marcha Cicloturista Siete Picos. Fuimos primero al pico del Remedio de Chelva, pero no nos dio tiempo a subir andando excepto un par de kilómetros. Vimos pasar al pelotón en el que iban Patxi y Diego, ¡muy cerca de lo que era cabeza de carrera! Luego estuvimos repartiendo Aquarius y Cocacola a todo el que nos lo aceptaba, que eran bastantes. Yo los seguía corriendo mientras bebían y me devolvían el bote. Si el bote estaba para acabar, les decía que lo tiraran a la cuneta y luego íbamos pasando para recogerlos todos. Además recogimos muchos ya oxidados.
 
Allí en el Remedio no vimos a Raúl, se nos pasó por lo visto, y esperamos a Paquito, que llegó muy retrasado porque nos dijo que había pinchado e iba con la neura de si volvía a pinchar. Pensé que no la acababa porque detrás muy cerca iba la moto con bandera verde, aunque por lo visto era engañoso porque esa moto iba y venía (luego lo supimos).

De Chelva fuimos directos a Chulilla y Sot de Chera, subimos el puerto estrecho con el coche, lo dejamos en un hueco y allí esperamos, como a 2 km de la cima y con unas vistas de todo el puerto impresionantes. Con prismáticos aquello fue fantástico, qué visión. Antes tuvimos que volver a comprar bebidas. Allí en aquel punto la gente iba muy torrada. La verdad es que sentía envidia por verlos allí dándolo todo y yo en la banda escayola en brazo, pero también pensaba en aquel sufrimiento que pasaban y me aliviaba no estar metido entre ellos. Qué dureza en las caras. Yendo en bici nos damos cuenta de nuestro propio dolor, pero el de los demás, tanto y tan extremo alguno expresado en algunos rostros, es exageradamente difícil de asimilar. En la Quebrantahuesos será lo mismo y estaré con todos ellos otra vez. Eso no me lo pierdo ni por escayolas ni nada. La mano escayolada aguanta un bote en la mano, y eso ya da para llevar dos y darlos a todos los que los pidan. Porque se lo merecen.

En cada goteo de ciclistas estábamos allí con una Cocacola en una mano y un Aquarius en la otra, mi padre con la mochila llena de donde yo iba cogiendo y rellenando mis bolsillos con otros cuatro botes, y me daba carreras con todos los que pedían bebida, diciéndoles lo mismo: yo te lo doy, tranquilo, te sigo corriendo mientras bebes, y bebe tranquilo, no sufras por mí que es solo un esprint, si te quieres acabar el bote lo tiras a la cuneta y ya lo recogeremos nosotros. Fue maravilloso ver cómo lo agradecían, algunos al límite del llanto. De verdad, espectacular.

Entonces pasó Patxi. Según mis cálculos, iba entre los 80 o 90 primeros. No me lo podía creer. Me arreé una carrera a su lado dándole Aquarius, animándolo, gritándolo, espoleándolo como si fuera un figura (que lo es), y el tío me dijo que iba a tope desde el inicio y que a lo mejor reventaba. Hablamos la noche anterior y me preguntó qué hacer, si salir conservador o a muerte. Le dije que el año pasado yo aposté por salir a muerte e hice la mejor marcha de mi vida con 6.39, y él, que quería batir ese tiempo, se empleó a fondo y vaya si lo consiguió superar... ¡media hora mejor!

Después de Patxi pasó Raúl, tocado, muy dolorido. "Me falta muchísimo fondo", nos dijo. Raúl paró, le dimos agua, le robamos medio plátano para un hombre al que asistía mi padre porque las rampas en los gemelos lo estaban matando, y lo empujamos a seguir. Al final, 6.31. Si no se para con nosotros, supera las 6.30, pero si no se para, puede que no hubiera llegado.

Al rato pasó Diego. Iba como un señor. Muy bien, aunque él dijo que no. Tal vez no le saliera el día como pensaba, pero iba muy, muy bien e hizo mejor tiempo que el año pasado. Más tarde mi cuñado Carlos y su hermano Toni. Bastante alejados ya de los demás, como a una hora. Cómo mola ver que a lo lejos llevan un ritmo, pero cuando te ven, los animas y los vitoreas, les viene un subidón de la leche. Carlos ha estado algunos días con un tirón muscular, y estábamos sufriendo por eso, por si aguantaría o no. Al pasar ellos dos, con mi hermana gritando a su marido y enviándole tanta fuerza como para ser mucho más valiente, ya no esperamos a Paquito, porque era estarnos una hora más allí. Nos supo mal, era como dejarlo en medio de la nada vendido a su suerte.


Al final también llegó Paquito a la meta, esprintando como prueba de su profunda satisfacción, su orgullo y su capacidad de sufrimiento. Por eso y por todo lo demás, la Quebrantahuesos no me la pierdo. Desde la arena del ruedo o desde la barrera. Impresionante este deporte.

Enlace relacionado 2011: http://rafabatallitas.blogspot.com/2011/05/cronica-marcha-cicloturista-siete-picos.html