22 febrero 2013

Camí Ral

Hace tiempo que no me atrevía a lanzarme así a lo locuelo a hacer cosas que no se puede. Es decir, que se dice que no se puede, y nadie lo intenta, pero para eso ya está aquí el enfermo de Rafa. Para intentarlo. Así es que este mediodía he cogido -por fin- la bici de montaña, me he ido hacia Ordino y he intentado rodar -es un decir- por las pistas que iba encontrando. Difícil, pero cierto.


La bici rodaba lo que rodaba, es decir a duras penas, pero era interesante ir chafando y rompiendo la nieve con esa capa de apenas un dedo de hielo, dada su dureza después de días, y noches, a temperaturas que mejor no recordar. Así iba haciendo, poco a poco, presionando de culo para no perder tracción, y riñoneando al tiempo que manteniendo el equilibrio. Mira tú, que ha sido divertido.


Mientras subía pensaba en la bajada. Tiento, me decía, y así ha sido, porque al ir notaba zonas heladas donde las ruedas patinaban, por lo que en los descensos me he limitado a echar el peso atrás y traquetear con calma. En esas que me he encontrado un asno, y me he dicho, hazte una foto con él, para que alguno de tus amigos diga aquello de quién es el asno y tal y cual. Y aquí tenéis la imagen. Venga esas sonrisas.


La bici ha quedado maja, con ese barrillo negruzco y pesado mezclado con la nieve y la mierda natural. Como me gusta, vamos, para que no haya excusas para limpiarla, cosa que por otra parte me cuesta horrores. Pero no todo ha sido un camino de rosas, porque he tenido que ir saliendo a la carretera cuando me encontraba con tramos cortados por un metro de nieve. Por decir algo, porque bien podían ser dos.


Así es que como hacía tiempo que no contaba una batallita, aunque sea una corta de apenas una hora de bici por el Camí Ral, pues quede constancia de que, al menos, hemos vuelto a darle al tema. Porque toda esta nieve ya se irá. Algún día, aunque este parezca ahora muy lejano. Paciencia.


09 febrero 2013

15 enero 2013

Y por fin, el paquetón


Llevábamos tiempo esperando la gran nevada. Pues hela aquí.


08 enero 2013

¡Alegría!

Vivimos unos tiempos laborales de una dureza inenarrable, y me refiero a cualquier trabajo, pero especialmente al sector de la comunicación. Nadie se salva de la quema, porque el que está vivo lo está por tener una flor en el culo, como cuando te toca la lotería, que no es cuestión de pasar el décimo por chepas ni rezar a la virgen santísima, sino de que la fortuna diga tú sí, tú no. Hoy, por ejemplo, para seguir con las cuchilladas, un ere en Las Provincias, en Valencia, con 23 a la calle. ¡Flasca!


Ante el panorama laboral que se nos presenta, por mucho que algunos mantengamos el puesto de trabajo, podemos adoptar varias vías. Está la de la amargura, pensar en los pocos que nos quedamos y la dureza de tener que hacer el mismo trabajo que antes, o incluso más, y encima hacerlo a disgusto, regular tirando a mal y con una fuerte desmotivación porque una cosa lleva a la otra. Está, también, la opción del pasotismo, la de buscarse la vida (como si fuera fácil) y pasar del tema, en plan brazos caídos y que sea lo que sea porque, total, no sirve para nada.

Así, en este proceso mental que creo que puede ser lógico porque es como llevar un luto, que al final evoluciona, pues he llegado a la conclusión de que, lo primero, hay que sonreír, y lo segundo, hacer como el camaleón e intentar acoplarte al infortunio, que es en este caso lo que prevalece.

No niego que me busco la vida, pero en lo que hay, nada queda del periodismo que ahora hago o intento hacer, el de informar en un medio de comunicación, a cuál más tocado, si es que flota alguno aún. Así pues, he decidido abrir la ventana de mi vida cada día con un sonrisón, alegrarme de ir a una rueda de prensa de un campeonato escolar de balonmano, escribir sobre petanca si es preciso y hacer temas sobre rugby como si supiera de qué va ese deporte que sigo sin entender, pese a que me esfuerzo, o hablar de baile deportivo, todo mezclado con los partidos de bàsquet que me pirran, y donde me lo paso chachi. Es decir, alegría para el cuerpo, Macarena, que este trabajo tiene los días contados, y dentro de unas semanas, tal vez unos meses, quien sabe si algunos pocos años, estaré buscando un gabinete de comunicación donde me limite a enviar insulsos comunicados, sin poder indagar ni escribir con total libertad y hacer ese poquito de literatura (qué atrevimiento, perdonadme) que es tan divertida cuando a uno se le calientan los dedos sobre el teclado. Válgame.

Así pues, resumamos: es poner en práctica el consabido "para lo que me queda en el convento, me cago dentro", pero en versión positiva. Optimista, vamos. ¡Alegría! Así es que voy a hacer algunas llamadas, a ver qué tema saco mañana. Estoy por probar con la escalada deportiva. ¡Eh! Todo tiene su salsa.